miércoles, 22 de mayo de 2013

La eterna indolencia

Jueves, en las horas de mas calor y de mayor afluencia de pasajeros en el transporte urbano, empieza a llenarse el camión, suben unos y bajan otros, lo de siempre, en los primeros asientos, los preferentes, viaja una señora, una hermosa mujer mayor, lleva sus bolsas del mandado llenas, cuatro para ser exacto. Lo agradable es ver que va sentada y en los lugares especialmente asignados para ellos, algo que a veces no es posible, por que son muchos los que se adueñan de estos asientos, pero hoy si.

El viaje trascurre sin sobresaltos o contrariedades, lo único insoportable es el calor, pero así es nuestra tierra brava y hermosa, el camión ya lleva un cupo considerable y el pasillo del mismo ya va lleno, y en la próxima parada, es donde la mujer que mencione al principio ha de bajarse, aquí empiezan los problemas, primero para poder salir de su asiento cargando sus bolsas de mandado, luego para poderse abrir paso entre todos los pasajeros que van de pie, como puede lo logra y se enfila hacia la puerta, el chofer, hombre amable hasta eso, indica a un par de jóvenes que se disponen a subir a la unidad que esperen pues va a bajar la señora, a lo cual acceden, aunque con cierto dejo de molestia.

Pues ahí va nuestra linda damita,batallando para bajar con su mandado, intentando saber como acomodarse ella y como acomodar sus bolsas, no encuentra fácil solución a su problema, pero sigue intentando, aquí es donde me llama la atención la actitud de los dos jóvenes, ahí ambos contemplando a la mujer  batallar, parados sin si quiera hacer el mas minino intento de ayudarla, desafortunadamente, por el lugar en el que me encuentro , no puedo asistirla, lo atiborrado del pasillo me lo impide, además de que voy en el asiento junto a la ventana.

Pero ¿y los que van cerca de la señora?, aquellos que se encuentran próximos a ella ni se aprestan para ayudarla, simplemente la contemplan, al igual que los muchachos que esperan abordar la unidad, nadie se preocupa, a nadie parece interesarle, pareciera que es un fantasma o una visión, esa es la eterna indolencia, esa la mas brutal forma de dañar y menospreciar a alguien, el ver y fingir no hacerlo, el no tomar acción alguna, aún cuando podamos, el quedarnos estáticos observando y no acomedirnos, o, simplemente, voltear la mirada hacia otro lado.

La eterna indolencia perdurara hasta que nosotros queramos, sera un mal que lastime a los mas vulnerables si nosotros no cambiamos nuestra actitud,y por que no decirlo, a nosotros también nos afectara, por que algún día nos veremos en la misma situación, y no necesariamente cuando seamos adultos mayores, sino en cualquier momento de nuestras vidas, y ahora si, digámoslo con todas sus letras, cuando lleguemos a esa edad en la que nos volvemos invisibles, inservibles, cuando nos vamos borrando a la vista de los demás.

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